En estos tratamientos, si no hay ninguna intolerancia diagnosticada, porque el paciente está a la espera de que se le realicen las pruebas pertinentes o de recibir resultados, se hace un registro semanal de lo que va ingiriendo y se anota cualquier sintomatología. A partir de ahí, se hace un estudio nutricional y se establece una pauta de alimentación equilibrada, en la que se suprime y compensa todo aquello que no se tolera. Si la intolerancia o la alergia ya están diagnosticadas, se ayuda al paciente a asimilar la situación, enseñándole desde cómo hacer la lista de compra o cómo elaborar su propio menú semanal.